18/6/15

Leyenda Campesina

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Lo aquí escrito, no significa que sea una mala señal, ni sea la retirada del combate por la vida.

Esto es solo un momento de reflexión, de dejar volar la imaginación en una tranquila y serena, santa paz.

¿Recuerdas aquellos largos momentos en los que la pasábamos platicando, diciéndonos los problemas, narrando lo acontecido a nuestro alrededor y tantas cosas mas?

Ahora ¿Que quedo de todo lo que disfrutamos, de todo lo que nos dijimos? ¿No estará en los tiraderos de basura? ¡No! porque si de algo estamos seguros, es que algo bueno quedó de todo, que alguna lección no pedida a nadie, alguien o algo nos la dieron.

¿A quien se lo debemos agradecer si no a nosotros mismos, por saber que en la vida no todo es tristeza, así como tampoco, todo es felicidad?

Si acaso no digo un prologo, es porque siento que distrae lo que solo escribiendo quiero dejar, si no manifiesto una síntesis, es porque no hay mucho por comprimir.

¿En donde perdí el camino de tu mano, o, en donde creíste tú, estar olvidada? Que si acaso la falta de una letra te llevan a esa idea, no pienses de forma infeliz, porque quizás resulte lo contrario. 


Yo pienso, que si no fuese la distancia imposible de recorrer, entonces el calor de tus palabras animaría mi lucha y el arrojo femenino que te caracteriza, serían quienes me impulsaran a caminar esa distancia. Estando juntos, tendrías el contacto de mis manos dándote la fortaleza necesaria para que salieras de esa penumbra, porque el deseo de verte sonreír, hace que me pregunte ¿Quien de tu vida no haría un jardín?

¿En donde quedó aquel espíritu de lucha y carácter fortalecido que ambos teníamos? ¡No lo se! pero ambos sabemos que ya no esta y sin miramos de frente y de pie, sabemos que no peleamos como aquellos guerreros que en antaño buscaron se les reconociera su patria, su pueblo, su fe, su amor.

El agradecimiento hacia ti será inmenso, mi recuerdo, tu eterna compañía y ¿como dejar de lado aquella bella historia que un día nos contaron?

Recordémosla juntos;

Érase una ocasión, que a un párroco le llamó la atención conocer un campesino pobre, que no conocía más allá de lo que era su choza al templo de Santa Gertrudis en donde cada domingo santiguaba su fe y fortalecía sus esperanzas. Únicamente conocía desde su terreno que diariamente trabajaba, arando, sembrando y cosechado el fruto de su trabajo, hasta los limites vecinales de su parcela. 

El hombre caminaba siempre solo hasta el arroyo aquel en donde su cuerpo, trastes y ropas, eran lavados por las aún cristalinas aguas que ahí corrían.
Un día... estando él sentado bajo la sombra del viejo álamo con una fogata como compañía y en la cual calentaba su alimento, observó un canario volar en su entorno, escuchó su canto y poco a poco se fue sintiendo renovado en energía. Sí, el cansancio de esos días lo rebasaba porque consideraba eran muchas hectáreas para que él solo las cosechara, y ni así se daba por vencido.


La mula que utilizaba en su cotidiano trajín, en momentos se echaba agotada por el peso de las cargas, pero igual, se fortalecía después de escuchar las palabras de aliento que le eran susurradas al oído por su criador.
Parecería que la soledad e ignorancia del campesino fuesen causas más que  suficientes para hacerlo merecedor de permanecer en ese sitio y en esa forma, solo y sin más nadie que una mula.


Tras dejar de escuchar al canario y disfrutar del aroma que de la comida emanó, lo volvió a la realidad la dama que a su lado miró, le pareció más que un espejismo, una ilusión óptica. Una visión causada por el sol. Ella solamente le tendió su mano y él se incorporó, no hubo palabras ni presentaciones, simplemente tomados de la mano llegaron al más allá.

Cuando el sacerdote extrañado por la ausencia del campesino en esa misa dominical, decidió por la tarde acudir a su cabaña. Al llegar la encontró en total soledad y con el fogón que siempre permanecía con brazas suficientes para ser reactivado por el fuego, estar totalmente apagado. El petate que servía de colchón, se encontraba enrollado y acomodado en un rincón de aquel vetusto cuarto, con las cobijas cuidadosamente dobladas. Entonces el sacerdote se pregunto ¿A donde iría si no conocía más allá del límite de su terreno? 

Se encaminó a los campos en su búsqueda  y solo encontró a la mula vagando libremente a un costado del río, más el campesino tampoco se encontraba por ahí. Entonces al girar sobre sus pasos para regresar a la choza, cruzó por donde estaba el árbol y observó la fogata, notó que las brazas aún se mantenían tibias y a un lado, dos piedras acomodadas una junto a la otra. Piedras que dejaron denotar que dos personas habían estado ahí. 

El canto del canario también atrajo la atención del emisario católico, y tras escucharle unos momentos continúo su andar y cerró la puerta de la choza, dando por concluida la visita, pensando en regresar al día siguiente para con más calma buscarle o tener la esperanza de ya encontrarle.

Así pasó el tiempo... El sacerdote no encontró más al campesino pero si en cada ocasión, al ave que entonaba trinos cantantes que fortalecían el espíritu.


Fue a partir de ese entonces que se quedó la historia del campesino y el canario encantado, porque igual que se le escuchaba a este ultimo, los campos no dejaron de dar frutos. Frutos que eran solo recolectados por aquellos que mendingando estiraban la mano pidiendo un poco de alimento. 

¿Recuerdas en cuantas ocasiones nos preguntamos: Acaso el campesino quedó inmortal en sus tierras brindando a sus semejantes el producto de su trabajo? ¿Acaso su desconocimiento del mundo exterior le llevó a saber que los campos pueden alimentar por siempre?

Esa fue una historia quizás entrecortada, quizás lo suficientemente clara para que entonces pensásemos que en la vida no todo es compañía, ni todo era soledad. Que los quehaceres son alegría y los descansos fortalecimiento.

Hoy solo escribo,

Campesino que la vida dejaste escuchando un canario.

Canario que con tu trino, el recuerdo fortaleciste.

Árbol que de tu sombra la paz dejaste ver.

Espíritu que ilusión creas e inmortalizas.


Así como el campesino que ahora no esta, quizás tampoco nuestra comunicación. Pero de lo que si nos tenemos que sentir agradecidos, es del día que nuestros caminos se cruzaron...


Sin prólogos, sin bienvenidas, pero también sin despedidas.


Porque esa semilla… aún sigue dando frutos.

D.R. ►Eaglespy®◄ Tijuana México, Junio 18 del 2015.

...                                                                                                                                                       ...

9 comentarios:

Anónimo dijo...

P. D. Vaquero, me alegra mucho saber que aún escribes!! Un abrazo cariñoso.

Anónimo dijo...

Espero ansiosa un nuevo escrito y que te manifiestes.
Siempre estaré agradecida de haberte conocido y seguiré ahi mientras respire.
Muakkkkk
Sin firma ni mas descripciones sabes quien soy.
No nos prives de tus letras

Anónimo dijo...

Tanta soledad en tu alma..a pesar de saber a que río recurrir a renovar tu espíritu ansioso de compañía. No hace falta adivinar que crees estar muy bien sólo y alejado. Pero tus palabras hablan lo que tu alma exclama a voces abiertas. Busca a tu amiga...ella esta ahí.

Anónimo dijo...

Mucha razón seas quien seas.
Seguro que el es consciente de quien está ahí.
Vamos sumando, ya somos dos que se sepa por aqui.
Saludos

Anónimo dijo...

ME ESTOY MOVILIZANDO JUNTO A UNAS AMIGAS PARA LOCALIZAR A ANGEL.
SE AGRADECE TODO LO APORTADO PARA LOCALIZARLO.
lunallena1914@hotmail.com

Anónimo dijo...

ME ESTOY MOVILIZANDO JUNTO A UNAS AMIGAS PARA LOCALIZAR A ANGEL.
SE AGRADECE TODO LO APORTADO PARA LOCALIZARLO.
lunallena1914@hotmail.com

Anónimo dijo...

ME ESTOY MOVILIZANDO JUNTO A UNAS AMIGAS PARA LOCALIZAR A ANGEL.
SE AGRADECE TODO LO APORTADO PARA LOCALIZARLO.
lunallena1914@hotmail.com

Anónimo dijo...

Esa semilla sigue dando fruto mientras respire. Allí nos encontraremos, estoy segura de ello. Hasta siempre.

Anónimo dijo...

Sin bienvenida y también sin despedida.
Siempre en mi corazón.

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